miércoles, 7 de noviembre de 2012







Amanecia,
y la luz que descendia la escalera,
me alcanzó dormido en el primer escalón.

Me da vergüenza, Diosa del sol,
no haber subido a recibirte,
encontrar a mi costado, deshecha,
la guirnalda que había tejido para tu cuello.

Haber olvidado en las tinieblas
tu llegada largamente anunciada

uno a uno iluminando en tu descenso los escalones
silenciosamente,
me has encontrado dormido en el primer escalón.






Las estrellas brillan en lo alto.

Pequeño loto,
que hundes tus raíces en el barro.

Su brillo se refleja a tu lado,
en la superficie calmada del lago.

Parece, pequeño loto,
que hundieras tus raíces en lo alto.


                                     


Por qué he pasado toda la mañana
entrelazando flores torpemente...
pobre devoto ignorante del arte de la guirnalda!

De sobras se que el universo
es el ojo de la aguja que utilizas con maestría
para tejer tu guirnalda.

Por qué,
ambicionando ponerme a tu servicio,
te ofrezco con manos dubitativas
las riendas de mi vida!

De sobras sé que es impetuoso y espléndido tu carruaje,
que la zancada de tus caballos
hace que se acaricien orión y las pléyades.

Aunque quisieras,
no podrías introducirte en este pequeño carruaje.

No entiendo porqué te has puesto mi guirnalda
y me sonríes como un niño!.