Amanecia,
y la luz que descendia la escalera,
me alcanzó dormido en el primer escalón.
Me da vergüenza, Diosa del sol,
no haber subido a recibirte,
encontrar a mi costado, deshecha,
la guirnalda que había tejido para tu cuello.
Haber olvidado en las tinieblas
tu llegada largamente anunciada
uno a uno iluminando en tu descenso los escalones
silenciosamente,
me has encontrado dormido en el primer escalón.
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